Tras varias décadas de digitalización de nuestra sociedad, hay un debate abierto sobre, cómo la extensión e intensidad del uso, por nuestros niños y jóvenes, de los dispositivos digitales (terminales telefónicas, tabletas, ordenadores, etcétera) está afectando a su desarrollo intelectual y la adquisición de las necesarias habilidades lectoras, aritméticas y de comprensión.
Los alegatos a favor de digitalización giran, muy resumidamente, en torno a tres grandes planteamientos:
- La omnipresencia de las pantallas ha dado lugar a una nueva generación de seres humanos, completamente diferentes de las anteriores.
- Los miembros de esta generación son expertos en el manejo y la comprensión de las herramientas digitales.
- Si el sistema escolar quiere conservar algo de su eficacia y de su credibilidad tiene que adaptarse necesariamente a esta revolución.
Pero, es un hecho que numerosos directivos de las industrias digitales, ponen mucho cuidado en mantener a sus hijos lejos de las diferentes herramientas digitales, que ellos mismos venden y desarrollan. No hace mucho tiempo, en New York Times, un directivo del Departamento de Comunicación de Google, explicaba que había decidido matricular a sus hijos en un colegio de primaria en el que no había pantallas (Waldorf School, Los Altos, California).
La utilización educativa de las herramientas digitales. En la que a su vez hay que distinguir entre “aprender a utilizar los dispositivos y aplicaciones”, tarea básica e imprescindible, entre otros extremos, para ampliar la inserción en el mercado laboral; y “aprender mediante dispositivos y herramientas digitales”; en cuyo ámbito estimo importante valorar cómo estos medios contribuyen a la mejora del aprendizaje escolar.
Es decir, nadie puede discutir que el empleo de herramientas digitales es adecuado para desarrollar un determinado proyecto formativo, si cuenta con profesores cualificados; y la mejora de estas aplicaciones digitales en unión de la tarea presencial del profesor competente es la mejor forma de alcanzar la excelencia educativa.
Pero tienen que ser adecuadas al proceso educativo (infantil, primaria, secundaria, universitaria, etcétera) y complementarias de otras herramientas pedagógicas (lápiz, papel, etcétera); y no llegar a sustituir a los profesores por meras aulas digitales con soportes y programas preinstalados.
Entiendo que “enseñar” no es solo “facilitar conocimientos o alcanzar habilidades”, sino aportar empatía y emoción, como solo saben hacer los buenos docentes.